A muchas mujeres nos enseñaron a complacer, a decir que sí aunque no tengamos fuerzas, aunque no queramos, aunque eso signifique olvidarnos de nosotras mismas. Pero decir sí por costumbre es la manera más rápida de vaciarnos.
Decir “no” no es un rechazo, es un límite. Es la forma más clara de proteger la paz que valoras, tu energía y tus proyectos.
La culpa aparece porque crecimos creyendo que valemos por lo que damos a otros. Pero la verdad es que tu valor no se mide en sacrificios. Se mide en tu capacidad de mantenerte fiel a ti misma.
Prueba esto, la próxima vez que algo no te haga sentido, respira antes de responder y pregúntate ¿esto me acerca o me aleja de lo que quiero para mí? Si la respuesta es que te aleja, di “no” sin dar más explicaciones.
No necesitas justificarte. No necesitas convencer a nadie. Cada “no” que digas con claridad es un “sí” a tu vida, a tu tiempo y a tu libertad.
Decir “no” sin culpa no es rebeldía: es madurez, es respeto propio, es independencia.
Aún nadie ha comentado… ¿te animas a ser la primera?